La universidad es el lugar donde la persona aprende a pensar críticamente y es interpelado por una realidad de la que no siempre dan cuenta los libros. La educación teórica nos enriquece, pero engrandece mucho más cuando tiene una bajada a la realidad. Como escuela de humanismo, la universidad no sólo debe profundizar el saber especulativo. También debe formar para la vida promoviendo valores que contribuyan al mejoramiento social. Así entenderemos que su función trasciende la formación y adquiere dimensión de servicio social. Esta mirada de una Universidad en salida, parafraseando al papa Francisco (Evangelli Gaudium, 20-24) va más allá de lo académico. Debe promover el despertar de la imaginación creativa y creadora, como parte integral de la formación. Salir a buscar al otro es aprender a mirar su historia con los ojos de él, no con los nuestros. Y ello requiere desasimiento y creatividad.
BUSCADORES DE LA VERDAD
La Universidad Católica es una institución eclesial y como tal, ser misionera es una cualidad inherente a su identidad. Somos testigos y buscadores de la verdad. Su manera de servir es "consagrarse sin reservas a la causa de la verdad", y este servicio debe transitarlo por caminos de encuentro y diálogo. Nunca desde la imposición y la intolerancia. Para el logro de tamaña empresa es necesario reconocer que la verdad, cargada de destino, es verdad para otros y busca al otro a través de la palabra, pero fundamentalmente por el testimonio. Sin este carácter atestativo, el aula quedará reducida a un espacio donde el alumno se instruye sobre la verdad, pero no será educado en ella. Tampoco tendrá la experiencia del gozo por la verdad, si nunca se encontró con ella. Tal vez nuestra misión como docentes sea la de correr velos para que la verdad emerja.
MAYOR COMPROMISO SOCIAL
Francisco en línea con sus antecesores, reclama a las instituciones eclesiales mayor compromiso social y una presencia activa en la sociedad. La Universidad Católica hoy más que nunca tiene el desafío de seguir siendo "tierra de misión". Para ello debe superar la tentación de convertirse en instituciones autorreferenciales al concentrar sus esfuerzos en interminables procesos de autoevaluación. Claro que ello es indispensable como punto de partida de un proyecto institucional. Nunca sabremos hacia dónde ir sí desconocemos dónde estamos. Pero su identidad le exige salir de sí misma. Cómo nos recordaba el papa Francisco en la Jornada Mundial de la Juventud en Río de Janeiro: "Las parroquias, las instituciones, son para salir, si no salen se convierten en una ong".
Debemos "salir de la patria de las convicciones y de sus costumbres, yendo hacia lugares inexplorados" (Mensaje del papa Francisco a la Organización de Universidades Católicas de Latinoamérica y el Caribe", abril 2023). Claro que una universidad en salida corre más riesgos que encerrada en sus propios logros e historia. Siempre estará en tensión entre las convicciones que conoce y los frutos de su misión en terreno extranjero. Tal vez, nunca sepamos hasta dónde llegó la palabra justa y la actitud humilde de escucha, mientras acompañamos a aquellos jóvenes en la vulnerabilidad de sus vidas. Pero esa tensión se vuelve llamada porque nos lanza irremediablemente hacia adelante. La universidad debe ser un campus abierto, sin muros. Sí la fe que transmitimos no ayuda a abrir mentes y corazones, será una muralla que terminará aislándonos aún más. Claustros académicos si, enclaustrados, no.
Por Miryan Andujar
Abogada, docente e investigadora
Instituto de Bioética de la UCCuyo
