Si es necesario resumir qué se busca con una vacuna nasal contra el coronavirus, bien podría calificarse como una barrera a la puerta de entrada. Es que los científicos lograron determinar que el SARS-CoV-2 ingresa al organismo por la nariz y que es allí donde se inicia la infección, y por eso buscan emular la estrategia que ya mostró su efectividad ante la poliomielitis.
“Se busca una vacuna nasal porque las inyecciones intramusculares y subcutáneas no generan una secreción de IgA y con una buena inmunidad celular, si le sumamos esta inmunidad en combinación, no sería descabellado pensar en erradicar al virus, porque en cuanto se tiene contacto con el virus ya hay una buena respuesta inmune”, afirmó Juan Ramón Curi (MN 120.679), Jefe del Servicio de Otorrinolaringología de la Fundación Favaloro, en diálogo con TN.com.ar.
Por qué la Nariz
No existen dudas de que la ciencia y los médicos aprendieron cómo se comportaba el coronavirus a medida que se dispersaba por el mundo. Sin embargo, un hecho fue casi indiscutido: la infección empieza por la nariz. Es por eso que, entre las primeras medidas recomendadas, se aplicó el uso del tapabocas.
“Desde un principio se planteó que para detectar la enfermedad se tenía que hacer un hisopado nasofaríngeo porque es el sitio donde se registra la mayor concentración viral”, destacó Curi. En palabras del especialista, la puerta de entrada al organismo es la nariz, donde el SARS-CoV-2 se multiplica y comienza la infección.
Ahora, una vez que el virus ingresa al cuerpo, el sistema inmunológico toma el mando y su respuesta es altamente compleja.
En este momento los anticuerpos se unen al intruso para marcarlo para su reconocimiento y eliminación, mientras que un poco más tarde aparecen los “expertos”, los linfocitos T, que no solo salen en su apoyo, sino que además son responsables de matarlos y recordar cómo eran y cómo aniquilarlos si vuelven a ingresar al organismo.
Los soldados (anticuerpos) que se encuentran en la primera línea de defensa reciben diferentes nombres. Los que están escondidos en las mucosas son conocidos como Inmunoglobulina A (IgA), mientras que los llamados como Inmunoglobulina M (IgM) son primeros en combatir una infección y están en la sangre, y los denominados como Inmunoglobulina G (IgG) son los que aparecen como “veteranos de guerra” y permanecen, mayoritariamente, en líquidos corporales.
La razón de esta explicación no es azarosa, sino que está íntimamente relacionada con la intención de poner a la nariz como primera barrera ante el virus por sus “veloces soldados”. “Cuando nosotros ‘dosamos’ a un paciente por anticuerpos contra el Covid-19 vemos que la IgM se eleva en la infección y que la IgG aparece como una cicatriz que deja el virus”, explica Curi. Sin embargo, en esta “ecuación” falta la IgA.
“La IgG es la inmunidad que genera la vacuna y estos títulos con la vacuna son altamente superiores a los de la infección, pero las vacunas subcutáneas o intramusculares no generan la IgA, que se secreta en las mucosas y el tracto digestivo. Justamente, con la vacuna nasal se estaría generando esa concentración inmunológica en el primer sitio de defensa y donde se aloja la mayor carga viral de un paciente con infección por Covid-19″, explicó el otorrinolaringólogo.
La combinación hace la fuerza
En varias oportunidades, para poder explicar las razones de una decisión es necesario apelar a experiencias previas. En este caso, el mejor ejemplo es lo que ocurrió con la poliomielitis, una enfermedad que atacó a niños de hasta cuatro años y que en la década del ‘50 marcó su pico en la Argentina, cuando se registraron 6496 casos.
La respuesta fue a esta enfermedad fue una vacuna creada por Jonas Salk en 1955. Sin embargo, su desaparición estuvo relacionada con una segunda inmunización, en este caso oral, desarrollada en 1962 por Albert Sabin.
Desde 1984, la Argentina ya no registró casos de polio y las Américas fueron declaradas libres de polio en 1994. Sin embargo, aún se administran estas formulaciones en el país (a los dos, cuatro y seis meses, con un refuerzo al ingreso a la primaria) a la espera de que se convierta en la segunda enfermedad en ser erradicada en todo el mundo, detrás de la viruela.
En el caso del Covid-19, los científicos están buscando replicar esta estrategia que ya demostró sus frutos en la actualidad. “La mayoría del virus está en la nariz y la vacuna que está en fase uno busca poder crear una barrera en el primer contacto con el virus, que es a través de la nasofaringe tras inhalar las microgotas o por las gotas de Flügge que un paciente infectado aerosolizó”, señaló Curi.
“De alguna manera, la intención es inmunizar a las mucosas y generar inmunidad de IgA, con lo cual no sería tan fundamental la respuesta inmunológica celular a nivel sanguíneo si neutralizamos la vía respiratoria, ya que el Anillo linfático de Waldeyer es la primera barrera inmunológica y es un sitio donde se espera una buena secreción de IgA”, continuó el especialista.
Incluso, pese a que aún faltan varios estadios clínicos (y mucho tiempo) para poder alcanzar esta vacuna, los posibles resultados son más que alentadores. “No sería descabellado pensar en dos dosis iniciales con una vacuna inyectable y reforzar la IgA con una vacuna nasal”, señaló el además Secretario de Prensa y Difusión de la Federación Argentina de Sociedades de Otorrinolaringología (FASO).
“Con una buena inmunidad celular, si le sumamos una inmunidad de la IgA en una combinación, sería factible erradicar el virus, porque en cuanto se tiene contacto con el virus ya hay una buena respuesta inmune”, se esperanzó Curi, al tiempo que recalcó que “el desarrollo de una vacuna nasal no suple a una vacuna inyectable. Pero es prometedor y, si funciona, sería muy bueno”.