Suele ocurrir que, ante la aparición de un conflicto en la pareja, uno le reclama al otro: "Quiero que me demuestres que me querés"; o: "Me gustaría que hicieras tal cosa". Pero no se trata de un planteo de naturaleza verbal sino, en realidad, de aquello que no se dice. Entonces cuando el vínculo empieza a ser afectado, surge la demanda a través de las palabras. Esto significa que, aunque uno le repita al otro que lo ama, o que lleve a cabo lo que se le pide, esto no pareciera ser la solución.
Esto es así porque el vínculo afectivo que mencionamos consiste justamente en lo que no es expresado verbalmente. Y, aquí queda demostrado el interés sincero que cada uno tiene por la otra parte. Dicho interés, que no es fingido y sale espontáneamente, se ve claramente en la etapa del enamoramiento. Ese tiempo cuando uno se siente atraído hacia alguien y el acercamiento y entendimiento no requiere de palabras, de lo verbal. Por ejemplo, basta una mirada para entenderse y demostrar afecto.
Estas demostraciones se repiten hasta que el vínculo con el otro termina de establecerse y el idioma no verbal de la pareja está construido. Ese es el momento cuando no hacen falta palabras para comunicarse. Es por ello que, cuando hay problemas en la relación de pareja, lo que empieza a andar mal no es lo que se dice, sino lo que no se dice (que es el vínculo afectivo que deja en claro el interés mutuo sin fingimiento). Lo que se necesita reconstruir en estos casos es la "conexión no verbal". ¿Cómo lo llevamos a cabo?
Básicamente, de estas dos formas:
- Trayendo al presente las vivencias lindas de la pareja.
- Trayendo al presente las vivencias difíciles de la pareja.
Cuando uno recuerda situaciones felices, revive lo que sintió en esa ocasión. Esto es muy valioso, en especial, en tiempos de crisis como el que estamos viviendo hoy. Todos podemos entrenarnos en recordar y volver a experimentar vivencias lindas con las personas que amamos. Y, de igual forma, cuando uno recuerda situaciones duras que logró superar, aparece nuevamente el interés sincero por el otro porque esa memoria nos une.
Recordar, tanto los buenos momentos como los momentos tristes superados que nos dejaron alguna enseñanza, nos permite reconstruir el vínculo afectivo: el interés que sale del corazón y no se puede fingir, que tanto bien nos hace, que nos une y nos mantiene unidos. Y si a ese afecto se le suman palabras que acarician, estamos camino a una relación de pareja capaz de atravesar y dejar atrás cualquier tormenta.
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