
Se ha escrito, y dicho, tanto sobre el tango "Cambalache", que parece no quedar por dónde estrujar para sacarle algo más. Sin embargo, sigue dando material para su análisis. Los que padecimos las interminables crisis de nuestro país, siempre encontramos analogías con el tango que Enrique Santos Discepolo compusiera en 1934. Es como si se renovara cada vez con mayor nitidez, y hace repensar las veces que nos caímos, nos levantamos, volvimos a caer, etc., como el desafortunado boxeador que a cada golpe de nocaut se incorpora, para ser golpeado y caer otra vez.
"Que el mundo fue y será una porquería ya lo sé, en el 506 y en el 2000 también", arranca su letra. Estamos en 2021 y sigue vigente esa sentencia. "Cambalache" ha sido elogiado y también vilipendiado. Tantas verdades dice, que en sus comienzos las dictaduras ordenaron suspender su difusión, como un modo de "preservar la salud mental", yo diría, el oscurantismo de los ciudadanos. Por eso es que cala, hiere, avispa, llama la atención, y pone en alerta, mientras "herida por un sable sin remache, ves llorar la biblia junto al calefón". Esta frase nunca la había entendido. Hasta que un amigo me hizo llegar un comentario al respecto.
La historia tiene relación con los servicios higiénicos de antaño. En lugar de baños, se utilizaban letrinas y "tazas de noche", que yo conocí como bacinilla o vulgarmente como "chata", cuyo contenido se arrojaba por las ventanas, al grito de "¡agua va!". Hasta que las familias más acomodadas comenzaron a utilizar baños, como actualmente se los conoce. Con retrete, lavabo y ducha, y junto a esta el calefón, destinado a calentar el agua.
El papel higiénico no era conocido tal como ahora, de modo que el papel utilizado era el de los diarios, o unos más suaves y sedosos como el envoltorio de manzanas o peras. Hasta que sociedades protestantes, en el afán de hacer conocer su religión, comenzaron a obsequiar biblias al público en general, cuyo papel, de gran calidad y extrema suavidad, comenzaron a ser utilizados popularmente. Entonces, estos ejemplares de biblia, comenzaron a ocupar un lugar en los baños, a mano del ciudadano que debía higienizarse. De ahí que la cercanía de "la biblia junto al calefón" era muy común de encontrar en los baños de antaño. Y la frase "herida por un sable sin remache", relaciona a un clavo sin cabeza, sobre el que perforaba aquel libro, penosamente degradado en su objeto primigenio que era, obviamente, mucho más elevado que este destino de vil, aunque útil, de simple papel higiénico.
La biblia, al decir del filósofo del tango, "lloraba", seguramente por el desafortunado e impensado final de sus días, aunque incrementara el confort de los ciudadanos de antaño.
Por Orlando Navarro
Periodista
