Moscú era una fiesta y todo salía de acuerdo a lo previsto. Ya les habían otorgado los premios como mejor jugador joven a Kylian Mbappe y el Balón de Oro al croata Luka Modric, y faltaba que los franceses recibieran la Copa para dejar grababa su imagen de festejo para la posteridad. Pero de repente apareció un invitado imprevisto: la lluvia.
Muy pocos sabían qué hacer ante el sorpresivo escenario. Salvo una persona, que se encontraba circunstancialmente detrás del presidente ruso, Vladimir Putin. Mientras quedaban empapados el presidente de la FIFA, Gianni Infantino, y sus pares de Francia y Croacia, Emmanuel Macron y Kolinda Grabar-Kitarovic respectivamente, el jefe de estado del país anfitrión del Mundial se mantenía impecable y a salvo del agua.
Infantino fue el primero que tomó la situación con humor y se lo vio reírse a carcajadas. Tardó un rato largo para que aparecieran los paraguas para todos, y a esa altura ya era demasiado tarde. Salvo para Putin, que se mantuvo siempre seco y con la satisfacción de ver que estaban a salvo su poder y su traje.