En teoría, el pequeño departamento de dos ambientes y un baño, era seguro, porque para ingresar hay que traspasar un pequeño portón que da a la calle y a los pocos metros otra puerta (ambos de rejas) que de noche debería quedar cerrada. También porque ese departamento está situado al fondo, a unos 20 metros de la calle, en una planta alta y forma parte de un bloque de otras cinco viviendas prácticamente pegadas una al lado de la otra. Si alguien pateaba la puerta de madera, como sucedió, el ruido debió escucharse. La situación tampoco debería haber pasado desapercibida si robaban garrafas, ropas, calzados, una computadora y toda la mercadería, como ocurrió. Pero lo curioso es que nadie escuchó ni vio nada, y en un abrir y cerrar de ojos, la maestra Sandra Gordillo (33) quedó prácticamente sin ninguna de sus pertenencias.

"Yo vine hace un año de un pueblo (Valle Fértil) con mi hijo (tiene 12 años) para tratar de estar mejor y que te roben casi todo te da mucha impotencia y bronca", dijo ayer la docente, que dejó alquilar en ese lugar y se llevó lo único que le dejaron: una mesa con ocho sillas, una cama, dos colchones, algunas frazadas, una valija y sus uniformes escolares.

El departamento donde vive el docente.

Fue uno de los vecinos quien le avisó del robo en su departamento en Elcano al 1361 Sur, en Villa del Carril, Capital, cerca de las 16 del miércoles. Hacía una semana que ella estaba en casa de su pareja para mayor comodidad, porque alquilaba con otra docente que se fue antes de la cuarentena llevándose la heladera que también compartían. Cuando comenzó la cuarentena, Sandra mandó a su hijo a Valle Fértil, con su familia.

Un secarropas, una garrafa de 15 kg y otra de 3 con una hornalla, una pava eléctrica, una notebook, toda su ropa y calzado, un par de zapatillas de su hijo, un juego de cubiertos, los envases plásticos para almacenar comida y toda la mercadería. "Robaron hasta los especieros, la mercadería a medio usar… me quedé con la ropa puesta y otra muda, es terrible", concluyó.