La idea de modificar la ley de vinos 14.878 para producir caldos sin alcohol como diversificación de la industria para ganar consumidores, tiene tantos adherentes como detractores y la actualizó el domingo pasado en Mendoza el presidente de la Nación en oportunidad de hablar en la reunión de la Corporación Vitivinícola Argentina (Coviar), a fin de estimular el consumo de la "bebida nacional". Las respuestas a Alberto Fernández, tanto de entidades del sector como de especialistas, tienen razones pero sin descartar la coexistencia.
Los defensores de la bebida milenaria aseguran que un vino sin alcohol desnaturaliza el producto, perdiendo su esencia, al punto de catalogarlo como un jugo de uva al perderse el proceso de genuinidad. Por eso, varios bodegueros y enólogos recordaron la experiencia sanjuanina al fracasar en 2017 el plan provincial de subsidiar a los elaboradores que bajaran la graduación alcohólica.
También refutan la propuesta presidencial enfocada en la caída del mercado, al recordar que durante 2020 el consumo de vino tuvo la mayor suba de los últimos cinco años, lo que indica una notable inclinación hacia la pureza del vino, es decir el fermento del zumo de uva en fresco, en cuyo proceso natural se produce alcohol. Al eliminar la alcoholización, de hecho deja de ser vino, esgrimen los profesionales de la enología y los bebedores tradicionales de los distintos vinos que se elaboran en las regiones productoras.
Sin embargo, no se puede rechazar de plano ofrecer a nuevos consumidores vino sin alcohol para hacerlo accesible a todos los sectores como una opción tanto nacional como para la exportación, según los últimos estudios de mercado.
Ante todo se amplía el negocio, incluso para competir en la oferta internacional donde hay vinos sin alcohol de todas las variedades, hasta espumosos. Ofrecer vinos con graduación cero es seguir el camino de muchas cervezas, o del café descafeinado, reacomodándose en un nuevo escenario de consumidores.
En definitiva el vino 0º se sumaría a una tendencia global motivada en razones religiosas, caso del mundo musulmán, o de consumidores que eligen bebidas sin alcohol por razones de salud. Los mercados estadounidense y europeo ofrecen las opciones mientras los grandes exportadores buscan penetrar en la India por el enorme potencial de esa plaza.
En la Argentina es seguro que a los consumidores tradicionales no les satisfaga un vino sin alcohol, pero la industria sin duda saldrá beneficiada al atraer bebedores inéditos, lo que podría generar una expansión en el mercado.