‘Poner en la boca lo que se siente en el corazón’. Esa consigna en la materia ‘Adolescencia en el Mundo Actual’ representó una valiosa válvula de escape para una niña de 14 años. Ocurrió en junio de 2019, cuando se animó a pedirle un momento a solas a su profesora para contarle que sus tres hermanos (tenían 19, 18 y 16 años) abusaban de ella, sobre todo el mayor. La docente le recomendó rezar, pero la chica le dijo que no recurría a las oraciones porque tenía otra forma de liberarse, y le mostró sus brazos con múltiples cortes. Al volver de las vacaciones de invierno de aquel año, en julio, la jovencita le contó a la misma docente que uno de sus hermanos (el del medio) se había suicidado. Y un mes después ella intentó lo mismo: se cortó otra vez los brazos en los baños del colegio y hubo que internarla. No quiso ver a sus hermanos ni a sus padres cuando fueron a verla. Tres meses después, en noviembre, el área de psiquiatría de un hospital fue el destino obligado porque llegó totalmente drogada a la escuela.
Para entonces ya había motorizado una investigación en un juzgado de familia y en otro penal, porque cuando una de las hermanas de esa chica fue a la escuela, quiso saber si les había dicho que era abusada por su padre, porque ella había sido violada por ese hombre y decidió casarse muy joven para poder huir de su casa.
Esa revelación abrió una investigación paralela que, el 27 de octubre del año pasado, terminó con ese jornalero de 65 años condenado a 28 años de cárcel por someter durante varios años a sus tres hijastras (por entonces de 33, 31 y 29 años). Los frecuentes abusos con la complicidad de su madre, no fueron el único golpe traumático que habían sufrido dos de esas hermanas, pues luego de huir de su depredador sexual, perdieron a sus parejas, los hombres en los que buscaron refugio: uno murió en un accidente vial, el otro electrocutado.
De las declaraciones de esas mujeres sobre la conducta de su madre, se desprendió la acusación contra esa mujer (hoy de 55 años). Las hermanas dijeron que las golpeó hasta dejarles marcas (a una le fracturó la nariz) cuando le dijeron que eran abusadas. En la causa consta una insólita versión de la madre: dijo que sus hijas provocaban a su marido y que no denunció ‘porque se querían’.
Algo similar ocurrió cuando la chica de 14 años le dijo que sus hermanos la agredían sexualmente, principalmente el mayor (hoy de 22 años) a quien señaló por haberla manoseado desde que tenía 3 años y haberla violado casi a diario desde que tenía 9 o 10 y hasta marzo de 2019, poco antes de su intento de suicidio en la escuela. Según la menor, su mamá sabía todo pero no le dijo nada a los varones y a ella le recomendó defenderse. Y otra vez incurrió en algo insólito: se comprometió a acompañarla cuando fuera mayor y se decidía a denunciar.
El informe médico, el relato de la menor y las contundentes conclusiones de los psicólogos fueron claves para que ahora, madre e hijo reconocieran en un juicio abreviado los delitos cometidos contra su propia pariente menor de edad y aceptaran ser condenados.
Ayer, ante el juez Miguel Dávila Safe (Sala I, Cámara Penal) ratificaron ese acuerdo logrado con la fiscal Marcela Torres a través de sus defensores oficiales Marcelo Salinas y Carlos Reiloba. El joven admitió haber cometido abuso sexual gravemente ultrajante y abuso sexual con acceso carnal (ambos agravados por el vínculo) y aceptó recibir 10 años de cárcel. Su madre, reconoció su participación secundaria en esas maniobras y se mostró dispuesta a ser condenada a 5 años y 6 meses de cárcel. Si el juez acepta ese acuerdo, no podrá aplicar una pena mayor.
